Solemos escuchar hablar sobre la ansiedad en términos muy negativos, pero… ¿es cierto todo lo que se dice de ella?

La ansiedad es algo que si se conoce y se trabaja puede enseñarnos muchas cosas acerca de nosotros mismos, pero si nos desborda podría llegar a perjudicar nuestra salud mental y física. Pues bien, la ansiedad surge como una respuesta adaptativa a una amenaza, bien sea real o percibida, se trata de un sistema de alerta primitivo y necesario para nuestra supervivencia. Sin la ansiedad (en su justa medida) no podríamos sobrevivir.

Al percibir una situación como amenazante nuestro cuerpo se prepara para sobrevivir poniendo en marcha mecanismos de lucha o de huida. Los cambios psicofisiológicos son los siguientes:

  • Aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión sanguínea. Se bombea más sangre al cerebro, pulmones, brazos y piernas, llegando más combustible al cerebro.
  • Aumento de la respiración, ésta se vuelve más profunda y rápida para hacer llegar más oxígeno a los músculos.
  • Tensión muscular. Los músculos se tensan, preparándose para la acción.
  • Secreción de glúcidos y lípidos al torrente sanguíneo, lo que permite que dispongamos rápidamente de energía.
  • Aumento de la transpiración, para refrigerar el exceso de calor muscular
  • Liberación de factores de coagulación, de esta forma se consigue una rápida coagulación de las heridas, lo que reduce la pérdida de sangre.
  • Enlentecimiento de la digestión para un mayor suministro de sangre al cerebro y a los músculos.

Pero para percibir una situación como amenazante para nuestra integridad física o mental, antes hay que hacer una valoración de la misma y de los recursos que tenemos para hacerle frente, si creemos que no tenemos la capacidad necesaria para hacer frente a la situación, aparecerá la ansiedad, el problema viene cuando es muy elevada y se mantiene durante un largo periodo de tiempo. 

La buena noticia es que existen técnicas eficaces para controlarla, además prestándole atención de forma adecuada podemos aprender a conocernos mucho mejor. 

De esta forma, reconociendo las señales fisiológicas descritas en el cuadro anterior, aceptándolas como lo que son (una reacción de nuestro organismo para prepararnos ante una situación amenazante), prestando atención a lo que causa esa ansiedad: ¿Qué ha ocurrido?, ¿cómo he reaccionado?, ¿qué ha pasado después?, y utilizando técnicas validadas científicamente de relajación y respiración, podemos combatir esa ansiedad.